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Entre alérgicos al silencio y silenciados (2da parte)


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Me gusta el silencio que nos permite notar señales de cambio, oportunidad o discrepancias. Pero cuando podemos aportar algo valioso y callamos, es otra historia. Ese entusiasmo aplastado, sentir que nuestra voz no pertenece, nos limita a nosotros y al grupo.

Ese callar aprendido se lleva de grupo en grupo: sólo absorber sin aportar más allá del hacer diario.


Sucede por distintos motivos:


  • Quizás transitaste experiencias donde tus opiniones fueron desvalorizadas y decidiste que no valía la pena hablar. Aprendiste a callar porque hablar era una amenaza

  • O tal vez eres excelente escuchando y te asignaste o te asignaron únicamente ese rol, mientras otros hablan y avanzan.

  • Quizás eres diferente en un grupo homogéneo y tus palabras se pasan por alto.


Hay tantas razones de silencio que me exaspera el consejo superficial de “habla más en reuniones”.


No se trata de forzar, sino de crear condiciones

Las barreras sistémicas existen. En muchos entornos, hacerse escuchar es costoso.

Pero con frecuencia hay margen. Algunas estrategias pueden abrir espacio.


  • Observa quién tiene influencia más allá del cargo.

  • Construye vínculos con quienes amplifican ideas.

  • Aprovecha espacios informales donde se siembran cambios reales.

  • Elige dónde y cuándo intervenir. Priorizar no es callar, es pensar estratégicamente.

  • Conecta con lo que importa a la otra persona, no para agradar, sino para abrir escucha.


Preguntas para revisar tus silencios


Tu rol personal

  • ¿Guardas silencio por elección o porque es a lo que estás acostumbrado?

  • ¿Dónde tu voz tiene lugar y dónde se retrae?

  • ¿Qué podrías intentar, incluso en contextos imperfectos, para abrir camino?

  • ¿Cómo te prepararás para las reacciones de un grupo acostumbrado a tu silencio?

  • ¿Desde qué corporalidad y lenguaje comenzarás a expresarte?


El rol del liderazgo

  • ¿Qué voces se escuchan siempre y cuáles casi nunca?

  • ¿A quiénes se les permite disentir y a quiénes no?

  • ¿Qué condiciones mínimas necesita el entorno para que más personas participen?

  • ¿Cómo fomentarás y gestionarás la discrepancia desde tu liderazgo?


Hablar no es sólo tener algo valioso que decir. También es construir el terreno desde donde decirlo.



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