Muchas veces como equipo venimos arrastrando sobre nuestros hombros una gran carga que va creciendo a lo largo del año. Pasan los meses y se vuelve todavía más extensa y chirriante. Vemos hacia atrás sin distinguir sus bordes.
Y llegamos a mitad de año. Sentimos esa innombrable pesadumbre.
Te propongo que deposites esa carga a tu izquierda, a mínimo unos 3 metros de distancia de ti. Observas lentamente cómo se aleja. Se vuelve más pequeña, liviana, borrosa y su sonido se atenúa.
Ahora vuelves tu mirada al frente. Recuerda respirar (sí, posiblemente te has olvidado de hacerlo). ¿Qué tienes delante? ¿Una pared? ¿Una ventana? ¿Una puerta?
Arriba a tu derecha, ves cómo estás celebrando con tu equipo fin de año. En persona o a distancia, hay copas brindando con lo que sea que a cada uno le guste (yo soy más de gaseosas). Estás ahí, con este maravilloso grupo humano, con palabras de júbilo. Están orgullosos de lo que han logrado y cómo lo han logrado. Con colores vívidos y animados, los/las integrantes se felicitan entre sí.
Te encuentras allí y tienes tal nivel de satisfacción porque han ajustado sus prioridades en el camino según lo más importante. Los miembros han entendido qué es lo que cada uno necesitaba del otro para dar su mejor contribución. Voces que se escuchaban con menor intensidad son tan invitadas como las otras. Se han dado apoyo para avanzar, con claridad en quién decide y actúa sobre qué.
Y ahora estás nuevamente aquí, en julio todavía. Mirando esta vez hacia adelante, a la altura de tus ojos.
¿Qué puedes hacer ahora con tu equipo diferente para llegar a este diciembre que ya conoces?
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