¿Acaso no nos pagan para que observemos?
- Sabina Peskin Coach 
- 3 jun
- 1 Min. de lectura
Cuando hablamos de lo difícil que es decir lo que pensamos en el trabajo, solemos ir directo al catálogo de razones personales: “me falta seguridad”, “todavía no tengo la confianza”, “no quiero quedar como conflictivo”, “capaz lo que veo no es tan importante”.
¡Qué tentador escarbar ahí y ocupar todo el espacio de “yo esto” y “yo lo otro”! Porque paradójicamente nos sentimos pequeñitos y terminamos ocupando todo un espacio de forma autoreferencial.
Propongo otra manera de verlo. ¿Qué tal si alejamos el foco de nuestra persona y lo ponemos en la organización o los clientes? ¿Para qué nos pagan?
Cada vez menos agregamos valor por cumplir tareas asignadas de forma robótica. Más allá de nuestro rol, nos pagan por detectar: qué sale de lo esperado, qué se repite, qué es lo nuevo, qué es lo que dejó de estar. Pero si no contribuimos con lo que observamos es como no haberlo notado. Podemos estar esperando un nivel de seguridad psicológica para compartir lo que vemos, sin embargo ¿cuándo es suficiente? ¿Cuáles son las condiciones realmente mínimas que necesitamos para mostrar lo que vemos?
Después podemos hablar de cómo lo transmitimos y cómo lidiamos con las consecuencias.
Por supuesto que no se trata de hacer ruido por hacer ruido. Es clave seleccionar: cuál es un tema relevante, y qué detalle puede cambiar nuestra perspectiva. Puede ser tan solo un “esto no es claro para mí”.
