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Trampas comunes al pensar la carrera

Actualizado: 6 oct

 

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En las sesiones escucho muy seguido “Hice todo lo que me propuse en mi carrera, pero algo no me cierra”, “No puedo seguir a este ritmo”,  “Hace rato que espero oportunidades que no aparecen”, “Lo que quería hace diez años ya no me representa, pero me da miedo admitirlo”, “Cada lunes me levanto con el cuerpo tenso”.


Personas que cumplieron su plan, que hicieron “todo bien”, pero sienten que algo se desalineó. Y cuando exploramos más a fondo, aparecen ciertas formas de pensar nuestra trayectoria laboral que, sin darse cuenta, las dejan atrapadas.


1. Querer vivir la vida de alguien más

Inspirarse en otros puede ser útil, pero copiar su camino suele llevar a la frustración. Nuestras motivaciones, tiempos y contextos son distintos. Algunos ejemplos:

  • Buscar ascensos constantes cuando en realidad valoro más la autonomía.

  • Dejar un empleo estable sin prever el impacto financiero.

  • Aceptar un puesto por el prestigio que da, cuando lo que busco son desafíos reales.

  • Entrar en un rol donde sólo vale lo que más me cuesta hacer.


2. Sólo planificar la carrera, pero no pensarla

Hay quienes siguen su plan al pie de la letra y, aun así, se sienten vacíos. Tienen su lista: certificar, postularse, hacer un MBA. Cumplen los pasos, pero sin conexión con lo que realmente quieren. También están quienes alcanzaron sus metas previsibles, pero cuando la industria cambió, se quedaron sin brújula interna. Enfocarse en la táctica y olvidar la estrategia deja sin norte cuando el entorno se mueve.


3. Ceder el rumbo de la carrera al destino

Esperan que las oportunidades aparezcan solas y se frustran al pensar que el sistema es injusto. O permanecen años en un rol que termina desapareciendo, sin haber construido alternativas, una red sólida o un plan propio. Detrás de esa espera suele haber una sensación de impotencia o la idea de que el cambio depende sólo de factores externos.


4. Olvidar en qué momento de la vida están

A veces seguimos corriendo detrás del proyecto de carrera que imaginamos hace diez años, cuando nuestras prioridades eran otras. O notamos que nuestras relaciones personales se resienten, pero evitamos admitir que esa antigua visión ya no nos representa. La carrera no se piensa en abstracto: cambia con la vida.


5. Ignorar las señales del cuerpo

Hay señales físicas que hablan antes que la mente: empezar el día con una sensación de acelere que no cede, sentir tristeza al iniciar un nuevo proyecto que nos propusimos, tensión constante antes de ciertas reuniones o una energía que se apaga frente a tareas que antes entusiasmaban. El cuerpo avisa mucho antes de que podamos explicarlo con palabras. Escucharlo es una forma de cuidar la dirección.


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